Los estereotipos, Mary Wollstonecraft y Rousseau

La cuestión de la educación sin sesgos de género es un tema que ha preocupado a las feministas desde el origen de nuestro movimiento. En concreto, la pionera Mary Wollstonecraft defiende una educación libre e igualitaria para las mujeres como base para su emancipación. Y estas reflexiones, recogidas en Vindicación de los derechos de la mujer (1792), surgen como reacción contra los preceptos que establece Rousseau en Emilio o la educación.

Rousseau, en la obra mencionada, afirmará que la mujer “está hecha para someterse al hombre, para soportar injusticias”. Además, basándose en las diferencias anatómicas que en ese momento se estudiaban, afirmará que dichas diferencias biológicas son la causa de que mujeres y hombres merezcamos diferente trato. Para Rousseau, que mujeres y hombres desempeñemos papeles desiguales y jerarquizados en la sociedad se debe a que la Naturaleza nos crea distintos. Elude por completo el papel que la educación juega en ello. 

Lo que va a diferenciar a Emilio y a Sofía en su obra es que el primero posee libertad, mientras que la segunda está condenada a ser dependiente. Con la idea de que los sexos no pueden ser iguales sino complementarios, queda justificada la arcaica consideración de que las mujeres tenemos que desempeñar unas tareas inferiores a los hombres. Como vemos, no defendió los derechos de toda la humanidad , sino solo los de los hombres. 

Mary Wollstonecraft defenderá sin ambages que mujeres y hombres podemos ser iguales, puesto que nacemos iguales. Ella argumenta que, si tenemos roles y comportamientos distintos, es porque la educación que recibimos en la sociedad también está diferenciada. 

 “Los gobiernos civiles han colocado en el camino obstáculos casi insuperables para impedir el cultivo del entendimiento femenino

Mary Wollstonecraft argumentaba que, mediante el ejercicio de la razón, se puede demostrar que no hay diferencias de carácter entre hombres y mujeres. Esto es, que los estereotipos de género no son innatos, sino fruto de una educación desigual que lleva a las mujeres a considerarse inferiores, incapaces, y a pensar que su objetivo en la vida es subyugarse al hombre.  

Sostiene que a las niñas se les enseña que su único valor reside en su apariencia física, en la estética. Y, si esta es su única herramienta para desenvolverse en el mundo, no podrán conquistar su libertad. 

Confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha. Es cierto que se les proporciona alimento y ropa sin que se esfuercen o tengan que dar vueltas; pero a cambio entregan salud, libertad y virtud.”

 “Las mujeres han sido aisladas, por así decirlo. Y cuando se las ha despojado de las virtudes que visten a la humanidad, se las ha engalanado con gracias artificiales […]. Como el amor ocupa en su pecho el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble […] destruye toda fortaleza de carácter.”

Pone de relieve una paradoja: Desde que nacemos, la socialización de género lleva a las niñas a someterse a los varones, esto es, la educación que ellas reciben consiste en hacerlas dependientes, y cuando esto se logra, se determina que su debilidad e indefensión son naturales. Así, el remedio que ella ofrece para esto es una educación igualitaria para niños y niñas, que permita desarrollar libremente las capacidades de ambos, y que permita a su vez demostrar que todos somos igual de válidos para la vida ciudadana. Si todos recibimos la misma educación, la sociedad prosperará; mientras que se establezcan jerarquías por sexo, el avance social quedará frenado. 

Hasta que no se eduque a las mujeres de modo más racional, el progreso de la virtud humana y el perfeccionamiento del conocimiento recibirán frenos continuos.”


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