¿Dónde están las niñas en “Adolescencia”?
Reproducimos aquí el atículo de nuestra compañera Julia Rípodas “¿Dónde están las niñas en “Adolescencia”?“, publicado el 11 de abril de 2025 en elComún.es.
Os dejamos también la publicación del mismo artículo en catalán en El Diari de l’Educació.
La exitosa serie “Adolescencia”, recientemente estrenada, parece haber dado visibilidad a la educación, en el más amplio sentido del término, que están recibiendo chicas y chicos en la actualidad.
Existe una regla estricta del patriarcado universal que podría formularse así: las mujeres tendrán una vida peor. Esta condición invariable se aplica también a todas las niñas del mundo. Existe, por otro lado, una pregunta clásica de la que partir para analizar con criterio feminista cualquier situación: ¿dónde están las mujeres? ¿Dónde están las niñas?, podríamos añadir.
Formulemos la pregunta críticamente para pensar en la famosa serie: ¿dónde están las mujeres en “Adolescencia”?, ¿dónde están las niñas?
Lo primero que encontramos es que la serie no supera el test de Bechdel – una rápida comprobación de la presencia y representación de mujeres en productos cinematográficos – : aunque hay varios personajes femeninos, no aparecen en ningún momento dos mujeres hablando entre ellas de algo que no sea un hombre. La madre del protagonista aparece secundariamente al personaje del padre, parece estar ahí para hacerle la vida fácil y agradable (como decía Rousseau) al atormentado progenitor del niño acusado de asesinato. La mujer policía acompaña al policía protagonista (hombre). En tres de los cuatro planos-secuencia que constituyen la serie, la cámara sigue principalmente a estas dos figuras masculinas. En el plano restante el foco está en la psicóloga, que adquiere su protagonismo por la larga conversación que mantiene con el niño.
¿Y qué hay de las niñas? La hermana del protagonista acompaña a la madre compartiendo su secundario lugar. Una amiga de Katie, la niña asesinada, aparece fugazmente, rabiosa. Y Katie está muerta; nada más sabemos de ella ni de su familia.
La serie impacta porque muestra algunos de los problemas sobre los que las docentes feministas llevamos mucho tiempo alertando: la misoginia creciente entre los chicos adolescentes, los discursos negacionistas de la violencia machista que repiten e interiorizan y el aprendizaje perverso de la violencia sexual fruto de su acceso masivo a las redes sociales y a la pornografía. Las profesoras tenemos todos los días en las aulas niños con Jamie y niñas como Katie.
Siendo así que la serie refleja de manera elocuente esa realidad que estamos viviendo, también cumple otra de las normas infalibles del patriarcado: el androcentrismo. La historia que nos cuenta es verosímil, se corresponde con la actualidad, pero sólo parcialmente – y de manera distorsionada – porque elude o trata de refilón la situación de las mujeres y las niñas. Nos cuenta la historia de un niño acusado de asesinato, de su padre y del policía encargado del caso. La serie es, sin embargo, ciega a la vida de las mujeres y las niñas, incluida la niña asesinada.
Las docentes coeducadoras – esto es, las que queremos educar para la igualdad – nos preguntamos: ¿cómo llevan las niñas su convivencia con niños como Jamie y sus amigos que a todas luces las desprecian?, ¿cómo afrontan las profesionales de servicios sociales y de las fuerzas de seguridad el trato con esos chicos que las miran a través del machismo que han asimilado?, ¿cómo habremos de actuar las profesoras que debemos educarles en igualdad cuando la socialización en la que crecen es cada vez más extremadamente diferenciada, lo que nos coloca en una posición de “autoridad sin autoridad”?
La propia serie de la que todo el mundo habla, ¿qué efecto producirá en las mentes adolescentes condicionadas por la exposición intensiva a una cultura misógina? ¿Les hará reflexionar? ¿Se identificarán los chicos con Jamie? ¿Acaso va a tener la misma influencia en niñas y en niños? ¿Qué pensarán las niñas?
Ellos, si reflexionan, quizás alcancen a entender que cualquier compañero suyo, incluso ellos mismos, podrían, por el influjo de las redes, llegar a cometer un delito. Pero, ¿y ellas?, ¿qué reflexión les es permitida? Tal vez la triste constatación de que da igual lo que hagan, están en peligro. Ellas aprenderán la regla de oro del patriarcado: que la vida de las niñas será peor. Tanto, que no merece ni ser contada.