“El transactivismo es adultocéntrico y ejerce violencia vicaria contra la infancia”

La periodista Nuria Coronado Sopena entrevista a Ana Hidalgo Urtiaga, presidenta de DoFemCo (Docentes Feministas por la Coeducación).


Uno de estos materiales es Colourful Childhoods, que el Ayuntamiento de Alcorcón (Madrid) a través del impulso interesado de Carmen Martín, concejala de Juventud, Diversidad, Innovación Tecnológica y Deportes ha estado promoviendo en diversos institutos de la localidad con la colaboración de la Asociación Alkuir en el pasado curso académico.  “Es un proceso destinado a impulsar la creación de espacios diversos y seguros dentro de los centros educativos de nuestra ciudad para promover la diversidad, favorecer la colaboración y dotar a profesionales y familias de herramientas para acompañar a la infancia y adolescencia LGTBIQ y fortalecer su bienestar”, decía la política socialista.

Probar y habitar identidades

La guía, que se presentó en el IES Jorge Guillén para el alumnado de 4º de ESO (14-16 años), la vendía la concejala como el “fruto del trabajo colaborativo de universidades, centros de investigación y organizaciones de la sociedad civil de seis países europeos (Bulgaria, Hungría, Italia, Lituania, Portugal y España)”. Su puesta de largo corrió a cargo del movimiento transactiva de la mano de Lucas Platero, Irene Blanco Fuente y Ruth Ancín Nicolás, así como Julia Villalba Campo y Sara González Irisarri de la Asociación Alkuir.

Dicho material habla de que la perspectiva de género y la sexualidad centrada en la infancia “reconoce que el mundo que ven las personas adultas no siempre es el mundo que ven las criaturas” y que estas“necesitan probar las identidades de género disponibles para comprenderlas y habitarlas”. Una explicación que, para Ana Hidalgo, coautora de La coeducación secuestrada es “una clara estrategia de manipulación pues, no solo abre la guía con este concepto, sino que, de ahí en adelante, si el público lector adquiere una postura crítica y responsable contraria a los planteamientos presentes de la misma es acusado de adultocéntrico, tránsfobo o, incluso, fascista. Sin embargo, lo reaccionario y sexista es, en efecto, pensar que, porque un niño habite ropas supuestamente de niña o habite en la cocina cacharreando o barriendo, sea un alma de niña que ha nacido en un cuerpo equivocado”, recalca.

Y es que, si bien es cierto que los debates sobre el adultocentrismo y sobre cómo incorporar a la infancia en todo “son necesarios y muy interesantes”, hay que estar alerta cuando el lobbie trans se lo decide apropiar. Hidalgo pone por ejemplo el ejemplo de la LOMLOE que “insiste en la importancia de la evaluación de la práctica docente por parte del alumnado, porque permite evaluar el proceso de enseñanza-aprendizaje desde todos los agentes que intervienen. Sin embargo, el transgenerismo no busca emancipar a la infancia porque crea que el mundo adulto no la escucha, sino como una medida inicial estratégica para conseguir que la sociedad acepte sus propuestas posmodernas anti científicas y así se validen como científicas, véase la falsedad de que alguien pueda nacer en un cuerpo equivocado, y así se genere un debate favorable sobre la aprobación y perpetuación de las leyes trans”.

La estrategia “Detons”

Este interés por dar protagonismo a la infancia no ha llegado a Alcorcón así porque sí. Tal y como describo en “No contaban con las madres” en 2019 James Kirkup -director de la Social Market Foundation y ex editor político de The Scotsman y The Daily Telegraph- ya destapó la maniobra a través del informe “¿Solo adultos?”. Sus páginas marcan las estrategias elaboradas por un importante bufete de abogados internacional (que es el que da nombre al escrito) para que el mensaje transgenerista entre facilito y hasta la cocina de la opinión pública y de estos entornos educativos. “Esta guía recoge como estrategia que se ponga en primera línea del debate social a los niños y niñas que dicen haber nacido en un cuerpo equivocado. Desaconseja, por el contrario, dar voz a aquellos hombres adultos que digan lo mismo, puesto que la infancia genera empatía, compasión y comprensión en el público generalista pero los segundos no”, añade Hidalgo.

De ahí que pseudo materiales como Colourful Chilhoods insistan en implicar a las criaturas en conversaciones sobre género y sexualidad. “Se les ayuda a romper estereotipos y prejuicios nocivos que pueden perpetuarse en la sociedad. Al proporcionar información precisa y adecuada a su edad sobre género y sexualidad, es más probable que la niñez comprenda y respete la diversidad de identidades y experiencias que existen en sus contextos. Las personas adultas pueden utilizar su papel en la sociedad para defender los derechos de las infancias LGTBIQ. Esto también puede significar ceder espacio a la infancia LGTBIQ y escuchar sus demandas”, tal y como se puede leer en sus páginas.

Pero, ¿de qué manera afecta este tipo de contenidos a la infancia? Hidaldo lo desgrana así. “El transgenerismo y la teoría queer, de la que bebe, forman parte del pensamiento posmoderno, que se caracteriza por polemizar y cuestionar las estrategias de poder, pero sin ofrecer alternativas de cambio y progreso, porque no cree en el poder en sí mismo. Sin embargo, el feminismo -que es moderno e ilustrado- cuestiona el sistema patriarcal y su androcentrismo, y seguido propone alternativas políticas para lograr una sociedad más igualitaria y justa con las niñas y las mujeres.  Por ejemplo, el profesorado proqueer así como los transactivistas que acuden a los centros educativos a dar talleres defienden que es adultocéntrico que los baños y los vestuarios del alumnado de infantil y primaria -también de secundaria y universidad- se separen por sexo, ya que estigmatiza a las supuestas infancias trans en aras de la transmisión de valores como el pudor, la virtud o la vergüenza, solo relevantes en el mundo adulto”.

Para esta docente la propuesta trans, supuestamente antisistema y progresista, “es convertirlos en mixtos. Sin embargo, nadie en esos claustros aboga por convertir los baños del profesorado en mixtos, porque la cuestión que subyace no es que se trasladen o no valores “adultos” a la infancia, sino que la separación de los baños por sexo responde a una medida feminista sobre higiene, intimidad y protección de las mujeres ante posibles agresiones sexuales por parte de varones. La pregunta es: si no queremos hombres en espacios de mujeres, ¿por qué sí en el caso de las menores? Enmascarado en una crítica al adultocentrismo, lo único absolutamente adultocéntrico resulta ser el deseo de los hombres de acceder libremente a los espacios de las niñas y las mujeres”.

¿Dónde está el punto intermedio para proteger al mismo tiempo que posibilitar el aprendizaje y la voz de menores?

Si bien es de sentido común que no hay que tener relaciones asimétricas entre las personas adultas y menores, lo cierto es que hay una responsabilidad como madres y padres y también desde el profesorado a su cuidado y protección. Las familias y, en las escuelas el profesorado, tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de la infancia, protegerles y procurarles una formación integral.

Es una responsabilidad inherentemente asimétrica porque es unidireccional y, de esa asimetría se vale el transgenerismo -como recogen los protocolos educativos trans o la propia LOPIVI- para describir, como indicador de maltrato por delito de odio o transfobia, el hecho de que quienes ejercen la patria potestad, así como el profesorado puedan mostrar dudas ante la autodeclaración de ser “trans” de las y los menores a su cargo. Es más, las asociaciones de familias “trans” se presentan a tales menores como esa otra familia no adultocéntrica dispuesta a escucharlos, entenderles e incluso a adoptarles, tal y como reza el slogan de Chrysallis: “no estás sole, nos tienes a nosotres”.

El “término de marras” se está aprovechando a difundir en protocolos con los que prevenir y combatir la violencia contra las infancias y adolescencias LGTBIQ.

Los protocolos educativos trans, la LOMLOE y la LOPIVI no recogen en sus páginas el término “adultocentrismo” o “adultismo” literalmente. Sin embargo, en la reunión que mantuvo DoFemCo, junto con las madres de AMANDA y Contra Borrado, con Ángel Gabilondo, el Defensor del Pueblo el pasado 19 de abril, éste explicó que su Recurso de Inconstitucionalidad contra la Modificación de la Ley Trans de la Comunidad de Madrid se basa, en resumidas cuentas, en su adultocentrismo porque los adultos que se autoperciben del sexo contrario no están sujetos a ningún requisito médico-legal para iniciar un tratamiento hormonal pero las y los menores sí tienen un requisito: deben recibir apoyo de profesionales de la salud, y quienes acumulen otras patologías previas, también deben contar con un informe favorable del profesional.

Un argumento que parte de una premisa inválida porque nadie, tenga la edad que tenga, debería medicarse de por vida para poder encajar en la sociedad por rechazar los estereotipos y roles culturalmente asociados a su sexo. Menos aún las y los menores, que todavía se están desarrollando cognitiva, madurativa y físicamente. Presuponerles capaces de tomar decisiones médicas vitales e irreversibles para su salud física y psíquica es una temeridad.

La prohibición de la medicación para simular el cambio de sexo en menores en numerosos países vecinos progresistas -Escocia hace nada-, tras la publicación del Informe de la Doctora Cass que confirma que dicha medicación es experimental, no alivia el malestar y sus efectos secundarios (esterilización, osteoporosis, anorgasmia, etc.) son dañinos para la infancia, no resulta relevante para el Defensor del Pueblo. Tampoco para el Gobierno Central que, tras haberse sumado el pasado 25 de junio al Recurso de Inconstitucionalidad de Gabilondo, ha declarado el 4 de julio que los resultados del Informe Cass no son significativos para España puesto que, como afirmó Pedro Sánchez, “no hay señales” de que las y los menores españoles sufran dichos efectos secundarios.

¿Estas guías creadas para contextos de vulnerabilidad vulneran la infancia y la juventud?

En efecto, las profesoras de DoFemCo denunciamos desde que nos constituimos que las guías educativas para docentes y familias, así como los talleres y cursos de universidades o sindicatos educativos difunden anti ciencia trans, revestida de posmodernidad y transgresión. Lo mismo ocurre en los talleres para el alumnado desde infantil, donde Drag Queens -hombres travestidos con una estética hipersexualizada y misógina- leen cuentos a infantes, o en las guías de educación sexual, entre cuyas imágenes se encuentran hombres adultos con pechos de mujer, barba y pene junto a menores desnudos, como ocurre en la Guía nº 4 sobre sexualidad para chicas jóvenes titulada Sexualidad. Cuerpos, identidades y orientaciones del Gobierno de Canarias, o el Manifiesto por una Educación Sexual Integral para Todes, que comienza informando de que es “para todas las edades” e incluye expresiones como “democratizar la sexualidad” o “derechos sexuales de la infancia”; expresiones similares a las declaraciones de mayo de 2023 de la ex ministra de Igualdad Irene Montero, en las que defendía que “la educación sexual es un derecho para todos los niños, niñas y niñes, aunque sus padres no quieran que lo tengan”.

¿Qué sociedad estamos creando cuando estamos llegando a estos niveles?

Como destacaba antes, la estrategia Dentons es clara: el transactivismo ha de convencer a la sociedad de la existencia de “infancias trans” para así avanzar en los deseos de los hombres adultos, que es, en realidad, su objetivo desde los años 90. El transactivismo es, por tanto, profundamente adultocéntrico y ejerce violencia vicaria contra la infancia, sabedor de que las y los menores son el medio para que el resto de la agenda neoliberal del mercado de las identidades -como señalamos en La Coeducación Secuestrada- pueda abrirse camino.

Si bien estamos viviendo un momento de gran desprotección para la infancia, para las mujeres y la hormonación de menores es un escándalo médico sin precedentes en democracia, cada vez más personas se están sumando a la lectura crítica de las feministas, que comprendemos las estrategias de luz de gas y chantaje emocional del transactivismo. Eso nos permite no solo denunciar cada paso que da sino revertir su avance, como ya está ocurriendo en otros países, o como ha intentado hacer la Comunidad Autónoma de Madrid. Esperemos que, siguiendo la estela europea, lo haga a favor de la protección de la infancia, que debe crecer y desarrollarse en libertad.

¿Cómo contrarrestamos todo ello desde la coeducación? ¿Qué tienen que saber las familias?

La Coeducación es la educación en igualdad de condiciones, trato y oportunidades de las niñas y los niños, y de las chicas y los chicos adolescentes. Entre sus pilares pedagógicos, aboga por la educación libre de roles y estereotipos sexistas y, para ello, la educación afectivo-sexual debe velar por un desarrollo sano y libre de la sexualidad de la infancia y la adolescencia. Cada etapa debe abordarse desde el cuidado, respetando y acompañando el descubrimiento de la propia sexualidad. Además, deben adquirir poco a poco una perspectiva crítica con la hipersexualización y la violencia sexual de manera que tengan herramientas para detectar las supuestas transgresiones liberadoras que propugna el transactivismo -como el acceso de los adultos al sexo con menores- y, por consiguiente, puedan denunciarlas en casa o en la escuela.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *