El lenguaje que ficciona la realidad pero que no la cambia

En redes hemos iniciado una serie de hilos de twitter y posts de instagram en los que vamos desmontando el lenguaje que empezamos a oír en los últimos años, que cambia el significado de las palabras imponiendo una nueva manera de pensar y de abordar la realidad.

Transformar el lenguaje para cambiar la percepción del significado de los conceptos es una estrategia de manipulación antigua. J.K. Rowling nos lo recordaba hace unos días citando a Engels:

“Estos señores piensan que cuando han cambiado los nombres de las cosas, han cambiado las cosas mismas. Así es como estos profundos pensadores se burlan del mundo entero”. Engels

Analizamos este lenguaje, pues en todos los niveles educativos es muy importante que utilicemos las palabras y conceptos con propiedad, pensando en su significado y desentrañando la transformación que se lleva a cabo para moldear nuestro pensamiento.

Estos son los primeros hilos de twitter publicados:

¿Empoderar?

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No paramos de escuchar el verbo empoderar, pero con un significado perturbado que hace alusión a un acto individualista, pero ¿de dónde nace la palabra empoderamiento?

Sus raíces se encuentran en el texto de “La pedagogía del Oprimido” de Freire, que entiende el concepto como proceso de transformación social. Esta palabra parte de la Alfabetización, del conocimiento crítico, desde la educación. Por tanto, las mujeres empoderadas son sujetos sociales y emancipadas, capaces de percibir e interpretar tanto su realidad social como la de las mujeres que las rodean. La resignificación actual del término es todo lo contrario.

Actualmente, nuestras alumnas confunden el empoderamiento con la cosificación o con una supuesta “libertad” individual. Urge la #CoeducaciónRealYa para que comprendan que su autoestima no puede desarrollarse en base a su físico o que no son libres en un contexto que las oprime.

¿Acuerpar?

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“Democracia desde los cuerpos de las mujeres”, “cuerpos femeninos migrados”, “cuerpos gestantes”, “cuerpos feminizados” y, ahora, “vamos a acuerparla”, son expresiones que acarrean el vaciado del concepto de la palabra MUJER.

Este lenguaje conlleva la justificación de la violencia que se ejerce contra nosotras. La violencia ya no se ejerce sobre las mujeres, sino sobre un cuerpo del que nos disociamos para explotarlo sin que nos afecte: “libremente” se prostituye el cuerpo o se alquila el vientre.

Nos preocupa el uso de este lenguaje en los centros educativos. No somos cuerpos de mujeres, somos mujeres con cuerpo. Nuestros órganos y funciones biológicas no son independientes de nuestra realidad humana, que debe concebirse como un todo, sin disociación.

La propia escuela sirve de escenario a la idea de la disociación entre el cuerpo sexuado y la identificación como mujeres, hombres o las innumerables variantes “no binarias”, lo cual abre el camino hacia la concepción de un cuerpo que se puede transformar, alquilar y explotar.

Entendamos el lenguaje que se nos impone para entender el camino hacia donde nos quieren llevar. Resistamos este embate desde la pedagogía, la razón y la ciencia. #CoeducaciónRealYa #FeminismoEnLasAulas.

¿Vientres de alquiler?

(Ver en twitter)

Estos días se habla mucho de “vientres de alquiler”, “gestación subrogada”, “ceder el útero”, … lenguaje que tiene mucho que ver con la disociación de la que hablamos en el hilo que escribimos sobre los “cuerpos”.

Cuando se utiliza este lenguaje no se habla de la mujer, se habla de un órgano (útero, vientre, barriga, …) y de un proceso biológico (gestación) como si las mujeres nos pudiéramos desprender de ellos, como si no formaran parte de nuestras vivencias, como si fueran un accesorio.

Ser mujer, con las últimas leyes que se van extendiendo por el mundo, ya no significa nada. Ya no es una realidad material, sino un “sentimiento” independiente de ella. Supone arrebatarnos lo que nos hace mujeres, nuestro sexo y, con él, nuestra capacidad reproductiva. Esta disociación nos deshumaniza. Ya no se explotan mujeres, se utiliza su útero, su gestación, su accesorio que ya no le pertenece. Todas estas prácticas con un ser humano no son aceptables, con un órgano o un proceso se intenta que lo sean.

Pero no se puede alquilar un vientre, pues en el embarazo se implica todo el cuerpo y la mente de la mujer, no se puede separar. Tampoco se puede subrogar una gestación, del mismo modo que no se puede subrogar la respiración o la digestión.

El término correcto para hablar de esta práctica es explotación reproductiva. Se explota a las mujeres, enteras, no en cachitos, que firman un contrato que anula su libertad convirtiéndose en máquinas de fabricación al servicio de los intereses del mercado de bebés, el producto.

En los centros educativos debemos huir del lenguaje que nos deshumaniza. Las niñas y chicas deben aprender que no estamos al servicio de los deseos de otros ni de los intereses del mercado, que no se puede vender la explotación como “altruismo” o “libertad”, siempre condicionada. Y, sobre todo, deben asumir que no somos “cuerpos”, “personas con útero” o cachos de carne, que no nos disociamos de nuestra realidad material. Somos mujeres.

#CoeducaciónRealYa #FeminismoEnLasAulas

¿Consentimiento?

(Ver en twitter)

El eje vertebrador de las nuevas leyes sobre libertad sexual se sustenta en el consentimiento, pero desde una perspectiva no sexista está justificada la pregunta:

¿Es lo mismo consentir que desear?

Si nos ceñimos meramente a la semántica, el consentimiento es la expresión o actitud con que una persona consiente, permite o acepta algo. Si extrapolamos al tema en cuestión, estaríamos hablando de “estar activamente de acuerdo con realizar una actividad de índole sexual”.

El término “consentimiento” se da según la autora Carole Pateman, desde un pacto social que se funda en el supuesto de la libertad y la igualdad natural de los individuos. Este contractualismo separa la esfera política (la de la razón) respecto de la esfera privada (la de la naturaleza, la sexualidad, los afectos y las emociones).

El hecho de que la palabra “consentimiento” sea a un término jurídico-político nos lleva a pensar que en una sociedad patriarcal no se dan las estructuras igualitarias y por ende aparezca el “consentimiento viciado”. Pero según el contractualismo de la propia palabra, los acuerdos se dan entre iguales, y es aquí donde priman los criterios de la subjetividad neoliberal. Es prioritario que las instituciones se vayan aproximando a la reflexión sobre el deseo para comprender el inicio del camino hacia la búsqueda de la igualdad sexual entre hombres y mujeres.

Es muy dañino para nuestras alumnas aludir al consentimiento ya que oculta si hay deseo o no, invisibiliza sus deseos y las convierte en sujetos pasivos que se limitan a consentir. #CoeducaciónRealYa.

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Continuaremos con esta serie aportando nuevas reflexiones sobre el lenguaje.


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