La penetración de las creencias transgeneristas en la escuela (I): la promoción de identidades neoliberales Por El Común -9/11/2020

Artículo de Silvia Carrasco en el periódico El Común:

A principios del curso 2019-20 me llegaron los primeros indicios de la penetración de la agenda transgenerista en la escuela a través de las experiencias de algunas compañeras profesoras de primaria y secundaria. Estas colegas se mostraban sorprendidas por los nuevos contenidos de los cursos de formación sobre coeducación, al ver que el aumento de actitudes machistas entre el alumnado – su principal motivo de preocupación – no parecía ser la cuestión ni el enfoque prioritario y sí, en cambio, las llamadas identidades de género.

En invierno de 2020, el movimiento feminista se enfrentaba a la propuesta del paquete legislativo del gobierno que incluye el reconocimiento de la libre autodeterminación de género sin filtros legales, psicológicos, médicos, ni de edad, con graves consecuencias para los derechos de las mujeres (la Ley Orgánica de Garantía de la libertad sexual, por el momento bajo revisión; una nueva ley sobre derechos lgtbi; y la llamada ”ley trans”, que substituiría la actual ley 3/2007, de las que solo se conocen las propuestas de Unidas Podemos en 2017 y 2018). Participando en el trabajo iniciado por la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres para responder a aquellas propuestas, me sumergí en el análisis de las leyes y los protocolos que introducen la ideología de la identidad de género y los supuestos transgeneristas en la educación que, para sorpresa de todas, ya habían sido aprobados por la mayoría de las CCAA sin trascendencia mediática ni debate público, y en parlamentos con distintas mayorías políticas.

Estos cambios legislativos en educación suponen una colección de goles por la escuadra contra las mujeres, si alguien como yo, que no me he movido de las escuelas en más de 25 años de investigación sobre problemas vinculados a la diversidad y la desigualdad, lo descubría con estupor poco después de hacerlo mis compañeras docentes. Nadie, en ningún contexto escolar, académico o político autonómico, estatal o internacional había hecho la menor referencia a ello ni como problema, ni como reivindicación. Con la mayor opacidad y sin debate social, se ha abierto la puerta a la agenda transgenerista en la educación, reforzada con una presencia sin precedentes en la cultura de masas dirigida a la juventud en todos los medios de comunicación y redes sociales, con un claro altavoz en muchas instituciones públicas.

¿Qué es el transgenerismo y por qué deberíamos preocuparnos por su introducción en el ámbito escolar?

Veamos qué ideas defiende y qué impacto tienen. En todas las leyes y protocolos aprobados se suscribe, como si se tratara de una verdad incuestionable frente a ideas supuestamente conservadoras, que el sexo biológico es una interpretación sesgada, que existe un género y/o sexo sentido (el repertorio terminológico varía y se entremezcla creando un neolenguaje) dentro de un “espectro no binario”, sosteniendo que las personas pueden nacer en el cuerpo equivocado. Equiparan cualquier objeción a estas ideas a la persecución sufrida por las personas homosexuales, y descartan la existencia de la disforia de género como trastorno, rechazando toda atención psicológica y médica que no consista en una “terapia de afirmación” con bloqueadores de la pubertad, hormonación y cirugía. Así, según establecen de forma común estos protocolos, el profesorado debe ser formado en “diversidad de género” para saber identificar las causas de malestar que pueden mostrar algunos estudiantes y acompañarlos en procesos de transición que les permitan acomodarse a lo que denominan “la identidad sentida”. Afirman que esto puede inferirse observando su comportamiento, sus preferencias en el juego, el vestir, en sus amistades, etc., algo que en realidad consagra los estereotipos de género tradicionales que se imponen arbitrariamente a niñas y niños en función de su sexo y revela, también, un claro componente homófobo. Así mismo, en los textos aprobados se insta a los centros educativos a adaptar documentos y registros académicos, instalaciones y actividades para adecuarse a “la identidad o expresión de género” del alumnado y, teóricamente, evitar su sufrimiento y discriminación. También se difunden entre el profesorado y las familias materiales que supuestamente forman en la nueva doctrina, algunos de los cuales fueron analizados aquí y en ellos me detengo en otro artículo (La penetración de las creencias transgeneristas en la escuela II).

Estos cambios tienen graves consecuencias en dos sentidos: por una parte, se compromete el conocimiento de las diferencias y desigualdades educativas por sexo, lo que impide diseñar intervenciones para corregirlas; por la otra, se pervierten los objetivos de la coeducación como lucha contra el sexismo y el androcentrismo. Estas dos consecuencias y sus múltiples repercusiones concretas (los espacios seguros para las chicas, el deporte femenino, las becas de promoción de las chicas en la ciencia, etc.) son totalmente contrarias a los tres grandes pilares de la coeducación: la garantía de una educación libre de machismo, la formación de chicos y chicas en relaciones justas basadas en el respeto, y la erradicación de actitudes y valores que sustentan la violencia contra niñas y mujeres. Lo que en realidad se produce es una apropiación de la coeducación por parte de la ideología de la identidad de género, que sustituye el objetivo de la igualdad entre hombres y mujeres por una idea de diversidad definida por percepciones y sentimientos. Además, la violencia estructural contra las niñas y mujeres se concentra en y reduce a la sexualidad -reforzando la hipersexualización de la infancia- y, finalmente, se diluye en un repertorio de violencias en plural contra una combinación de “identidades sentidas”.

¿A qué responde el interés de la agenda transgenerista por la escuela y la población menor?

En su obra Inventing Transgender Children and Youth (2019), Heather Brunskell-Evans y Michelle Moore, investigadoras destacadas en este campo, defienden que afirmar la existencia de la infancia transgénero (el “género innato” y el “cuerpo equivocado” que supuestamente hay que mutilar y medicar de forma irreversible para adaptarlo) es la coartada del transactivismo adulto para abrir la puerta a la autoidentificación de género sin filtros. Si existen identidades de género innatas que sufren en cuerpos equivocados, se justifica la intervención precoz en ellos mediante bloqueadores de la pubertad, hormonación de por vida y cirugía que modifique su aspecto sexuado, con el fin de reducir tal sufrimiento. A tan loable fin serviría, según esta teoría, la libre autoidentificación de género sin filtros, en el caso de los adultos. Véase, sin embargo, lo que revela la denuncia de Keira Bell contra la clínica Tavistock del National Health Service del Reino Unido, y el juicio contra las imprudencias cometidas al proceder a un tratamiento farmacológico y quirúrgico de menores sin abordar realmente su sufrimiento psicológico por disforia y abandonándoles a su suerte, con irreversibles consecuencias. Los casos de destransición alertan elocuentemente sobre ello.

Y aunque analizar la dimensión política de estas propuestas requeriría un espacio que excede al de este artículo, sí me parece fundamental señalar que la ideología de la identidad de género es clave en la agenda cultural neoliberal. Una agenda que, operando mediante la desposesión y la mercantilización de la vida, persigue la desaparición de los sujetos y la desarticulación de sus luchas, hasta convertir los cuerpos en artículos de consumo a través del mercado de las identidades. En este sentido, penetrar en el mundo educativo es acceder a toda la futura ciudadanía. Permite instalar valores tan basados en el individualismo y el mercado como la criticada introducción del emprendimiento en el currículum, y va creando un estado de opinión favorable a la fragmentación de cuerpos e identidades en venta, cuyo consumo como derecho se publicita y promociona sin descanso. Un proceso que resulta perturbadoramente fiel a la noción clave de la cultura neoliberal por excelencia resumida con éxito por Margaret Thatcher: no hay sociedad, solo una colección de individuos. Todo ello convenientemente presentado como innovador, progresista y transgresor.

La agenda transgenerista apunta a la coeducación, el instrumento clave del feminismo para hacer frente y revertir los avances del patriarcado neoliberal desde la escuela en sus múltiples formas. Por un lado, desaparecen los contenidos para hacer frente al aumento del consumo de pornografía a edades tempranas mientras aumenta la cosificación y la violencia sexual contra las chicas. Y por otro, observamos cómo se multiplican de forma exponencial en los centros educativos los casos de niños, niñas y adolescentes inducidos a creer que habitan cuerpos equivocados, en su búsqueda de identidades a las que aferrarse ante las crecientes presiones sociales. No se trata de cuestiones menores y no pueden ser ignorados por más tiempo. A pesar de la hostilidad que genera su abordaje riguroso, seguiremos denunciándolo desde el feminismo.

Accede a la publicación del artículo en el diario El Común. 

 


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *